FALL & RECOVERY
La filosofía del arco entre dos muertes
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La fuente de inspiración que ayudó a Doris Humphrey, pionera de la danza moderna estadounidense, a desarrollar su propia técnica de movimiento, fue El nacimiento de la tragedia (1872). En este libro, Nietzsche habla de la tragedia en la antigua cultura griega y presenta al lector las fuerzas opuestas de apolíneo y dionisíaco, dos espíritus que derivan de Apolo y Dionisio, y que coexisten en el ser humano en abierta discordia. El primero sublima las fuerzas oscuras permitiendo alcanzar la perfección y la estabilidad, mientras que el segundo irradia la vida con caos, vitalidad y da rienda suelta a los impulsos más profundos del inconsciente.
Para Doris, estos dos espíritus se entrelazaban perfectamente con los principios en los que basó toda su técnica: las acciones de caída y recuperación. Anatómicamente en contraste también, la caída incorpora en sí misma el éxtasis dionisíaco, mientras que la recuperación representa la compostura apolínea. La primera acción está físicamente conectada con la relajación muscular y la pérdida de control, la segunda con el esfuerzo y la conciencia del cuerpo.
El sentido del juego entre estas dos extremidades era lo que para Humphrey daba vida a su arco entre dos muertes. Se trata de un esquema filosófico compuesto, por un lado, por la muerte estática, la verticalidad sin vida de un cuerpo que no se permite perder el equilibrio, y por otro lado, por la muerte dinámica, una caída excesiva en el que el cuerpo se aleja demasiado de su centro y de la posibilidad de recuperarlo. Las dos muertes también están arraigadas profundamente en el instinto humano. Es entre ellas donde se encuentra la vida, en la oscilación entre un extremo y otro. El Buda sostenía que la mente humana siempre se mueve entre dos extremos, al igual que el péndulo de un reloj se mueve de un lado a otro. Y ahí, en ese espacio donde hay oscilación, hay vida.
Doris había identificado un espacio vital, una fuente potencial de energía para generar movimiento de manera natural, en el cual el cuerpo viste las intenciones desde las cuales es impulsado. En su esquema filosófico, la vida toma la forma de un arco dibujado en el espacio por un cuerpo que cae desde su posición en pie.
No es casualidad que las muertes estén representadas por dos líneas rectas, que además se encuentran formando un ángulo recto. Humphrey creía que el ángulo era expresión de conflicto, el símbolo dominante de su época. Una forma todavía muy común. A modo de madre, está la línea recta, rígida e inamovible. Considerada más hermosa cuando está bien definida, brillante y afilada como la punta de un cuchillo. Sin embargo, cuanto más limpia, más antinatural es. Es la línea de los hombres, mientras que la curva es la línea de Dios. De hecho, la danza también es una conexión con lo divino, y esto ocurre solo cuando se aleja de un sistema de pensamiento cuadrado, acercándose a la creatividad y a la libre expresión.
El arco dibujado entre las dos muertes ofrece así un espacio en el cual aventurarse para abrirse a la vida. Un lugar al que solo se accede abandonando nuestras "líneas rectas". La valentía de lanzarse en la acción de caída es la clave para ir más allá, pero también es de gran importancia mantener vivo el deseo de equilibrio y estabilidad. Solo al aceptar la existencia en nosotros de ambos espíritus podemos encontrar una oscilación vital entre ellos, en la cual el alma humana no muere ni hacia un lado ni hacia el otro. Los principios de caída y recuperación contienen, por lo tanto, un profundo significado espiritual y psicológico, que, combinados con la búsqueda biomecánica del cuerpo y las leyes de la física, constituyen la esencia pura del movimiento.
Si nos adentramos en el arco entre dos muertes, podemos analizarlo cada vez más en profundidad. Por ejemplo, de esta manera:
Humphrey creía que el movimiento natural ocurría en ondas, con una fuerte tendencia a repetirse y volverse cíclico. Podemos encontrar esta idea, la esencia del fall and recovery, en todas partes: en el ritmo de las palabras, en la caminata, en la carrera, en las temperaturas que oscilan entre el calor y el frío, en el fluir de las olas, en el alternar del día y la noche, en el ciclo sueño-vigilia, en la respiración, en el nacimiento y en la muerte. Todo lo que se mueve oscila siempre entre dos o más polos opuestos, en un espacio donde se crean vida, posibilidades y cambios. Tomemos como ejemplo dos colores poniéndolos en oposición entre ellos: Si entre rojo y azul mezclamos con un pincel solo el rojo, nunca obtendremos el violeta. Necesitamos oscilar el pincel de un color a otro y repetir la acción varias veces para que los dos polos puedan unirse. Esta posibilidad existe para cada oposición, como en el caso de lo apolíneo y lo dionisíaco.
Paradójicamente, una persona sabia no es aquella que se enfrenta a la tarea imposible de luchar por el bien para derrotar al mal, sino aquella que es capaz de encontrar un equilibrio dinámico entre ambos. Esta interacción activa crea un lugar fértil para la vida y nunca asume una identidad estática, ya que eso llevaría a una neutralidad plana, una muerte en un extremo u otro. Los opuestos son, por lo tanto, las partes extremas de un todo en diálogo continuo. Alcanzar esta conciencia es considerado en las tradiciones espirituales de Oriente como uno de los más altos logros del ser humano.
Una comprensión no tan fácil de lograr. Por ejemplo, todos tenemos la capacidad de mover nuestro cuerpo, pero ¿cuántos somos conscientes de los opuestos entre los cuales esto ocurre? Solo adquiriendo esta conciencia una bailarina puede realmente desarrollar su propio movimiento. Podríamos decir que anatómicamente los dos extremos entre los cuales se mueve un cuerpo son una contracción y una relajación muscular, que permiten resistir o entregarse a la gravedad. Tener conciencia del fall and recovery significa encontrar un equilibrio dinámico entre estos elementos naturales, en combinación con muchos otros principios, para finalmente elevarse por encima de sus oposiciones.
Para Humphrey, las acciones de caída y recuperación van más allá de las simples palabras con las que se representan, son acciones infinitamente expresivas que contienen la esencia primordial de la vida. Pintan el centro de toda la técnica. Son el corazón latente del movimiento. Su conflicto nunca puede terminar con la victoria total de uno de los polos. Por el contrario, su interdependencia es el lugar vital donde las fuerzas naturales a las que estamos sujetos se encuentran con la forma en que elegimos enfrentarlas.
Sin la experiencia vivida de los opuestos,
no puede existir la experiencia de la totalidad.
Escrito por Matteo Mascolo.
Traducciones: Texto traducido al inglés por Alberto Rabachin y Bianca Pasquinelli, al español por Matteo Mascolo.
Fuentes: La información procede de mis propias reflexiones personales realizadas a través de los programas de la Limón Dance Company en los que he participado.