top of page

LA TÉCNICA DE DANZA DE DORIS HUMPHREY

Una filosofía de movimiento que ha marcado la historia

• • • ​

A principios del siglo XX, una bailarina reconocida hoy como una de las pioneras más importantes de la danza moderna americana comenzó sus primeras investigaciones sobre el movimiento. Gracias a su contribución, y a la de personas e investigadoras como ella, hoy en día la danza tiene la posibilidad de basarse en investigaciones concretas. Esa bailarina era Doris Humphrey.

​

Inicialmente, se remontó al cuerpo y a su inclinación hacia el movimiento, despojándolo de cualquier tipo de reacción emocional. ¿Cómo se comporta un cuerpo abandonado a sí mismo? ¿Cuál es su actitud hacia el equilibrio? ¿Cómo lo mantiene durante los desplazamientos? ¿Y qué sucede mientras se mueve? Descubrió que el primer movimiento del cuerpo, instantáneo y natural, es un movimiento de caída. Se dio cuenta de la fuerte influencia que las leyes físicas tienen sobre la naturaleza y el hombre: en la creación de su técnica de danza no solo aceptó esta coexistencia, sino que basó en ellas toda la estructura. El segundo movimiento que descubrió en sucesión al natural de caída, era la necesidad de contrarrestar el primero con su propia fuerza, es decir, la inclinación del ser humano al deseo de vivir, que en la técnica definió como recuperación. Le resultaba evidente en el hombre la habilidad de sobrevivir a la fuerza de gravedad, a veces su amiga, a veces su enemiga. Reconoció que las implicaciones emocionales estaban fuertemente conectadas con el movimiento. Ella misma respondió instintivamente con un fuerte entusiasmo al peligro emocionante de la caída, y con mucha fuerza para recuperar el control del cuerpo y restablecer la paz en sus propias emociones.

Continuando su investigación, encontró en los conceptos filosóficos apolíneo y dionisíaco de Nietzsche un lugar fértil para desarrollar su propia filosofía del movimiento también en esta dirección. Las acciones de caída y recuperación, principios básicos en torno a los cuales se articula toda la técnica, adquirieron así un profundo significado espiritual y psicológico. El filósofo alemán, con su libro El nacimiento de la tragedia (1872), proporcionó a Humphrey el amplio esquema filosófico que necesitaba para continuar todas sus investigaciones sobre el movimiento natural.Apolíneo y dionisíaco son dos términos que tienen su origen en los dioses griegos Apolo y Dionisio. Representan dos instintos opuestos, pero estrechamente relacionados en el hombre. El primero sublima las fuerzas oscuras, permitiendo alcanzar la perfección y la estabilidad, mientras que el segundo permite experimentar el éxtasis del abandono, celebrado durante los Misterios Dionisíacos, el más popular de los antiguos cultos mistéricos griegos. Estos dos elementos validaron la filosofía de Humphrey sobre las propiedades pulsantes del ritmo, y la ayudaron a desarrollar el concepto del arco entre dos muertes: un esquema filosófico que analiza el flujo natural de la acción de movimiento del bailarín, del ser humano. Abarca la intersección de la escansión física y la respuesta psicológica, representando también los distintos grados de intensidad que Doris denominó cualidades del movimiento.

Todos los principios de la técnica están encerrados en el arco entre dos muertes, y los espíritus apolíneo y dionisíaco representan sus extremos vitales. Más allá de estos extremos existen dos tipos de muerte: la muerte estática y la muerte dinámica. Por la primera entendemos la perfección como fin en sí mismo de la serenidad apolínea, del equilibrio simétrico. Mientras que en la segunda nos encontramos con un estado excesivo de movimiento fuera de equilibrio, demasiado ido y ya irrecuperable. Sólo en la oscilación rítmica de un cuerpo entre estas dos muertes encontramos vida, energía potencial para generar movimiento natural. 

 

La estructura de la técnica quiere alejarse de la artificialidad de la danza clásica e inspirarse en las acciones cotidianas y naturales que forman parte del ser humano. En primer lugar, se experimenta con la respiración, de la que hablaremos en el próximo artículo, para dar vida a los movimientos y guiar al bailarín a redescubrir su ritmo natural. Además de la respiración, entre las muchas acciones que Doris identifica, y en torno a las cuales articula su técnica, encontramos:

 

Caída (Fall) – El cuerpo comienza a caer desde el punto estático de equilibrio, primero lentamente y luego con velocidad creciente a medida que sucumbe a la atracción gravitatoria. La dirección de la caída puede ser hacia delante, hacia atrás, en espiral o hacia los lados. Durante el proceso de caída, la espiración se produce gradualmente

 

Recuperación (Recovery) – Una vez que la caída ha llevado nuestro cuerpo lejos de su punto de equilibrio, en dirección a un inminente impacto contra el suelo, entra en juego un mecanismo de autoprotección y se realiza un movimiento contrario, en el que el cuerpo recupera su equilibrio adquiriendo nueva energía. Durante la fase de recuperación se inhala gradualmente, de modo que se pueda utilizar la inspiración durante toda la duración del movimiento.

 

Rebote (Rebound) – En lugar de recuperarnos gradualmente, podemos repeler el suelo con la misma fuerza con la que la gravedad nos atrae hacia él, como si fuéramos una pelota que rebota hacia arriba. El movimiento de un cuerpo que rebota es rápido, luego decelera mientras progresa hacia una suspensión. De hecho, la inspiración ocurre bruscamente para luego continuar gradualmente.

 

Suspensión (Suspension) – En este punto, la recuperación del cuerpo entra en la fase de suspensión, es decir, el momento de transición en el que se sostiene momentáneamente fuera de equilibrio, en un precario equilibrio dinámico. En términos físicos, mientras las extremidades del cuerpo luchan en oposición una a la otra, el movimiento alcanza un punto en el que ya no existe ninguna oscilación. En términos de experiencia de danza, el cuerpo está equilibrado triunfalmente en el aire, después de haberse recuperado exitosamente del peligro de caer. En esta fase se continúa inhalando lentamente hasta el clímax de la suspensión para luego exhalar gradualmente, cuando el cuerpo comienza su movimiento de caída.

 

Estar de pie – Es una forma de afirmar la propia existencia. El cuerpo erguido encuentra su centro, de modo que cada parte se alinea en una posición de equilibrio. Inmóvil, pero con la posibilidad de moverse en cualquier momento, resiste a las fuerzas que querrían romperlo. En la danza es necesario que la simetría en pie no esté exenta de vida, sino llena de la posibilidad de liberar grandes reservas de energía, de lo contrario podría encontrarse con la inmovilidad de la muerte estática. Apolíneo en su perfecto equilibrio, estar de pie sirve de punto de partida para una caída dionisíaca. 

 

Desplazamiento del peso corporal – En cuanto empezamos a movernos desde una posición estática y erguida, ocurre inevitablemente que desplazamos el peso hacia uno u otro pie. La coordinación muscular durante esta acción debería ser automática para facilitar el movimiento, pero cuando falta, todos los movimientos de desplazamiento y empuje se realizan con dificultad. En la técnica de Humphrey, la sensación de desplazar el peso del cuerpo es una experiencia vívida y real. El cuerpo atraído magnéticamente hacia abajo contrarresta resueltamente el suelo, consciente de su relación con la tierra. Esta acción se convierte en una afirmación física y emocional. Doris escribe «El bailarín moderno debe establecer su relación humana con la gravedad y la realidad».

 

Caminar – Representa perfectamente la dinámica oscilatoria del movimiento, la sucesión cíclica de los principios de caída y recuperación. Al caminar, la primera acción es una caída, la siguiente es frenar el peso que cae y empujarlo hacia el siguiente paso, la tercera es la primera acción que se repite, y así sucesivamente. Los brazos se balancean en oposición a las piernas, no sólo para evitar que la figura en movimiento se caiga, sino también para dirigir suavemente la progresión del cuerpo por el espacio. 

Caminar es una experiencia fisiológica y psicológica. El impulso que nos impulsa a movernos es el deseo de avanzar en una dirección determinada: la clave para sentir la acción como un movimiento potencial de danza. 

 

Correr – Es una exageración de caminar, una intensificación de su propósito principal: alcanzar un punto predeterminado en el espacio. También puede representar de forma más sencilla una explosión de energía, que no lleva al corredor a ningún lugar en concreto. La vivacidad natural de la acción puede acentuarse con ráfagas que sacan al cuerpo de su curso regular, con movimientos de caída que interrumpen rítmicamente la tranquilidad uniforme del avance. 

Durante la carrera, el cuerpo se inclina naturalmente hacia delante en la dirección del movimiento y parece vencer a la fuerza de la gravedad al utilizar su propio peso para avanzar con eficacia.

En la técnica, los brazos se mantienen a los lados, para poder avanzar con mayor velocidad y control; el balanceo natural opuesto de los brazos, de hecho, entorpecería enormemente la acción.

Como experiencia de danza, correr se convierte a menudo en una expresión modificada sujeta a las limitaciones de la sala o del espacio escénico, pero no por ello menos intensa. Desde un punto de vista coreográfico, esta compresión equivale a la distorsión, un importante elemento de composición en la técnica de Humphrey, que es la forma que tiene la coreografía de intensificar y aclarar el significado de lo que se quiere expresar. 

 

Saltar – Es la expresión extrema de un cuerpo en movimiento. En el salto, se recoge toda la energía del organismo en el intento de combatir la gravedad en el aire. La acción puede surgir simplemente al estar de pie, o como una exageración de la carrera. Para preparar el impulso, la flexión de las caderas, las rodillas y los tobillos se vuelve mayor. Las piernas actúan como un resorte para elevar el cuerpo en el aire. Inspirar puede resultar difícil, pero da vida al salto y a las posiciones a asumir y mantener. Durante la exhalación ocurre la fase de caída. Aunque la batalla contra la gravedad sea explosiva, el aterrizaje debe ser suave. Tan pronto como el cuerpo toca la tierra, el peso del cuerpo se redistribuye en todas las partes del organismo y la energía fluye directamente en el siguiente movimiento. 

 

Saltar es un signo de exclamación,

un grito de todo el cuerpo.

 

Durante su vida, Humphrey no sólo descifró los secretos del movimiento, sino que también nos legó toda su investigación. Gracias a su sucesor, José Limón, y a la Limón Dance Company, su filosofía y sus principios han continuado y continúan transmitiéndose de generación en generación. 

​

Escrito por Matteo Mascolo.

​

Traducciones: Texto traducido al inglés por Alberto RabachinBianca Pasquinelli, al español por Matteo Mascolo.

​

Fuentes: La información procede de mis propias reflexiones personales realizadas a través de los programas de la Limón Dance Company en los que he participado y del libro La tecnica di danza di Doris Humphrey e il suo potenziale creativo, Ernestine Stodelle, prólogo y apéndices de Sandra Fuciarelli, Bologna, Massimiliano Piretti, [2012] 2015.

La Tecnica di danza di Doris Humprhey: Chi siamo
bottom of page